IDENTIDAD
NACIONAL
ROMO ESTRDA
BRENDA ALEJANDRA
TERCERO A
OFIMATICA
ETICA
MAESTRA: BETZABETH MORENO
ZILBA
La sólida identidad nacional
se basa en una condición social, cultural y espacial. Es la identidad basada en
el concepto de nación, es decir,
el sentimiento de
pertenencia a una colectividad
histórico-cultural definida con
características diversas, rasgos de cosmovisión definidos
con mayor o menor localismo o universalismo (desde la cultura a
la civilización),
costumbres de interacción, organización social y política (particularmente,
el Estado -tanto
si se identifica con él como si se identifica contra él-). La identificación
con una nación suele suponer la asunción, con distintos tipos y grados de
sentimiento (amor a lo
propio, odio o temor a lo
ajeno, orgullo, fatalismo, victimismo entre
otros) de las formas concretas que esas características toman en ella. Se da
simultáneamente a otras identidades individuales o identidades colectivas1 basadas
en cualquier otro factor (la lengua, la raza, la religión,
la social, y más.), asumiéndolas, superponiéndolas, ignorándolas o
negándolas. Suele tomar como referencia elementos explícitos tales como símbolos
patrios, símbolos naturales y signos distintivos (banderas, escudos, himnos, selecciones
deportivas, monedas, etc.).
Históricamente la identidad
nacional es una comunidad imaginada,2 la
forma en que se efectuó la construcción de nación por
los nacionalismos del
siglo XIX en los estados-nación europeos
y americanos; extendida al resto del mundo por los movimientos de resistencia
al imperialismo y
el colonialismo, y en la
segunda mitad del siglo XX por la descolonización y
el tercermundismo.
La identidad que cada cultura posee es de gran importancia,
al forjarse México como un país pluricultural se abre a la posibilidad de una
nueva identidad nacional la cual la sociedad adopta a partir de sus propios
valores y creencias.
La historia del hombre en sociedad es el relato de la eterna adaptación de la persona
con su entorno y de seres humanos en su interacción con otros seres
humanos. También es el recuento de su devenir en el mundo, buscando
imprimir en todo lo que hace la huella de su sentir, de su articulación
sobre la realidad y de su cultura.
En diferentes épocas las instituciones nacionales han incidido en la identidad
y la cultura de los mayas (que por cierto no se auto reconocen como indígenas).
Para ello se recurre al ejemplo de lo sucedido en el municipio de Yaxcabá, en
Yucatán, donde cuatro personas con apellido maya, que corresponden a
generaciones diferentes, son miembros de una misma familia que habita en ese
lugar por lo menos desde la Colonia.
La revolución de Independencia permitió la salida de la sociedad mexicana del
letargo colonial. “Los mexicanos” pudieron enfrentarse por vez primera con su
rostro verdadero. Lo que encontraron fue terrible: una nación escindida
en castas (indios, criollos y mestizos). Pueblos, haciendas y ciudades.
Opulencia y extrema pobreza: una sociedad sin ligamentos.
Como medida de inclusión celebrada en Pátzcuaro, Michoacán, se creó el
Instituto Indigenista Interamericano como organismo de la OEA. Éste se
encargaría de impulsar que en los diversos países de América se crearán
institutos indigenistas nacionales y se desarrollará una política común
de integración indígena en el continente.
La aculturación, es decir el proceso de cambio cultural dirigido, es el
marco de participación de organismos indigenistas en los procesos
sociales que el desarrollo económico va desatando y planteando como
problemas a resolver. La aculturación, en tanto categoría de reflexión y
acción, postula la solución a los problemas de integración social sobre
la base de un marco educativo.
De tal manera, la identidad nacional es producto tanto de la acción de
las instituciones del Estado como de los movimientos sociales que han
intervenido local, regional y nacionalmente, para darle contenido y forma
a la idea, al imaginario, de lo que significa pertenecer a México, ser y
mostrarse como mexicano.
Si bien el proyecto nacional en muchos casos fue impuesto a los
indígenas, lo mismo que su pertenencia a México y su integración a una sola y
hegemónica identidad nacional, no siempre estos procesos se hicieron
sobre la base de la destrucción de sus identidades locales y culturales;
como consecuencia, en muchos sitios han coexistido tales identidades,
aunque de forma conflictiva.
La aplicación de programas en el marco de la comunidad hizo ver, en la
práctica, que no era posible inducir el cambio cultural asumiendo a la
comunidad indígena como entidad aislada, porque ésta, no obstante su
autosuficiencia y su etnocentrismo, en modo alguno actuaba con
independencia, sino que, por el contrario, sólo era un satélite –uno de tantos
satélites– de una constelación que tenía un centro fuerte de articulación, en
todos los casos una comunidad urbana mestiza.
De modo que en una misma comunidad, o en un mismo grupo social y cultural
persisten e interactúan diversas identidades sociales. La noción del pluralismo
cultural permitió reconocer la diversidad en un amplio espectro de
posibilidades sociales, que si bien encontraba en los pueblos indios un
paradigma de diferencia cultural, daban paso asimismo al reconocimiento
de otros grupos sociales que no eran o no se reconocían como indígenas y
que participaban de manera genérica en la cultura nacional, pero que
reivindicaban niveles de identidad: regionales, locales, barriales,
etcétera.
La historia del hombre en sociedad es el relato de la eterna adaptación de la persona con su entorno y de seres humanos en su interacción con otros seres humanos. También es el recuento de su devenir en el mundo, buscando imprimir en todo lo que hace la huella de su sentir, de su articulación sobre la realidad y de su cultura.
En diferentes épocas las instituciones nacionales han incidido en la identidad y la cultura de los mayas (que por cierto no se auto reconocen como indígenas). Para ello se recurre al ejemplo de lo sucedido en el municipio de Yaxcabá, en Yucatán, donde cuatro personas con apellido maya, que corresponden a generaciones diferentes, son miembros de una misma familia que habita en ese lugar por lo menos desde la Colonia.
La revolución de Independencia permitió la salida de la sociedad mexicana del letargo colonial. “Los mexicanos” pudieron enfrentarse por vez primera con su rostro verdadero. Lo que encontraron fue terrible: una nación escindida en castas (indios, criollos y mestizos). Pueblos, haciendas y ciudades. Opulencia y extrema pobreza: una sociedad sin ligamentos.
Como medida de inclusión celebrada en Pátzcuaro, Michoacán, se creó el Instituto Indigenista Interamericano como organismo de la OEA. Éste se encargaría de impulsar que en los diversos países de América se crearán institutos indigenistas nacionales y se desarrollará una política común de integración indígena en el continente.
La aculturación, es decir el proceso de cambio cultural dirigido, es el marco de participación de organismos indigenistas en los procesos sociales que el desarrollo económico va desatando y planteando como problemas a resolver. La aculturación, en tanto categoría de reflexión y acción, postula la solución a los problemas de integración social sobre la base de un marco educativo.
De tal manera, la identidad nacional es producto tanto de la acción de las instituciones del Estado como de los movimientos sociales que han intervenido local, regional y nacionalmente, para darle contenido y forma a la idea, al imaginario, de lo que significa pertenecer a México, ser y mostrarse como mexicano.
Si bien el proyecto nacional en muchos casos fue impuesto a los indígenas, lo mismo que su pertenencia a México y su integración a una sola y hegemónica identidad nacional, no siempre estos procesos se hicieron sobre la base de la destrucción de sus identidades locales y culturales; como consecuencia, en muchos sitios han coexistido tales identidades, aunque de forma conflictiva.
La aplicación de programas en el marco de la comunidad hizo ver, en la práctica, que no era posible inducir el cambio cultural asumiendo a la comunidad indígena como entidad aislada, porque ésta, no obstante su autosuficiencia y su etnocentrismo, en modo alguno actuaba con independencia, sino que, por el contrario, sólo era un satélite –uno de tantos satélites– de una constelación que tenía un centro fuerte de articulación, en todos los casos una comunidad urbana mestiza.
De modo que en una misma comunidad, o en un mismo grupo social y cultural persisten e interactúan diversas identidades sociales. La noción del pluralismo cultural permitió reconocer la diversidad en un amplio espectro de posibilidades sociales, que si bien encontraba en los pueblos indios un paradigma de diferencia cultural, daban paso asimismo al reconocimiento de otros grupos sociales que no eran o no se reconocían como indígenas y que participaban de manera genérica en la cultura nacional, pero que reivindicaban niveles de identidad: regionales, locales, barriales, etcétera.
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